ALBERT MONTAGUT
WASHINGTON / ENVIADO ESPECIAL
El Periódico, 29 octubre 2004

Robert Redford le imitó correctamente en Todos los hombres del presidente, pero él ha superado a la ficción y ha conseguido que su heroicidad periodística del caso Watergate y su inmortalidad en el cine queden superadas por la realidad.
Bob Woodward es hoy mucho más que un periodista. Es un icono de la sociedad estadounidense. Woodward ya no visita los oscuros aparcamientos de la capital para entrevistarse con gargantas profundas. Ahora hace sus entrevistas en los despachos de los más altos mandos de la CIA, en Langley (Virginia), en el Pentágono, en la Casa Blanca o en el mismísimo rancho de Bush, en Crawford (Tejas).
El acceso ilimitado a las fuentes del poder ha convertido los análisis de Woodward en The Washington Post, sus comentarios en la CNN y sus best-sellers en una referencia obligada para la clase política y periodística de este país.

Contactos directos
Durante la elaboración de Plan de ataque, su último libro, publicado en España por la editorial Planeta, el presidente George Bush le recibió durante tres horas y media. "La entrevista más larga que se ha llevado a cabo jamás sobre un mismo tema con un presidente en activo desde los años de George Washington", explicó Woodward en una reciente entrevista en el show de Larry King, en la CNN.
Plan de ataque es la historia secreta de la guerra de Irak. El libro se basa en el material obtenido en las entrevistas de Woodward con los personajes clave en la invasión de Irak. Ningún otro periodista estadounidense había tenido hasta hoy un acceso tan directo a los santuarios del poder de Washington.
Su éxito le ha acarreado críticas. Se le achaca una cierta complacencia con el presidente Bush. Se le acusa de ser demasiado suave con el presidente republicano desde su anterior libro, Bush en guerra, publicado en España por Ediciones Península.
Si en Plan de ataque el autor relata cómo se forjó la invasión de Irak, en Bush en guerra el periodista narraba cómo reaccionó el presidente a los ataques a EEUU por parte de Bin Laden y Al Qaeda el 11 de septiembre del 2001.
Muchos analistas coinciden en que Woodward ha sufrido el típico síndrome de Estocolmo que padecen los periodistas que consiguen información privilegiada directamente de las más altas fuentes. El periodista no esconde en sus libros sus contactos y conversaciones directas con Colin Powell, Condoleezza Rice, George Tenet, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz o el propio general Tommy Franks.

Rechazo de las críticas
Desde su mansión de Georgetown --el barrio de los ricos y donde también vivieron durante la mayor parte de su vida la editora del Post, Katherine Graham, y su exdirector y mentor durante los días del Watergate, Benjamin Bradlee--, Woodward no comparte las críticas.
Woodward defiende su método: entrevistar a centenares de personas, cotejar una por una sus informaciones y tratar de explicar cómo se ha configurado la historia. Su reporterismo ha ido evolucionando hasta un nivel que, alejado de pretensiones literarias, ofrece a los lectores una visión completa y en profundidad de las decisiones que han cambiado el mundo.
Robert Bob Woodward nació en Geneva, Illinois, hace 59 años. Su padre fue un reconocido abogado. Woodward estudió Literatura Inglesa en la Universidad de Yale. Sirvió en la Marina durante cuatro años. Quiso acudir a Harvard para estudiar leyes, pero cuando fue aceptado, en 1970, se decidió finalmente por el periodismo.
Aquel mismo año consiguió una beca de dos semanas en el Post, pero ninguna de sus primeras 17 historias fue publicada. Le enviaron entonces al Montgomery County Sentinel, hasta que volvieron a reclamarle del Post. La mañana del sábado 17 de junio de 1972, el editor local del diario le pidió que cubriera una historia sobre un asalto en las oficinas del Comité Nacional Demócrata en el edificio Watergate. La investigación posterior determinó la dimisión del presidente Richard Nixon. Aquel trabajo les valió a Woodward y a su compañero Carl Bernstein el Premio Pulitzer. Woodward ocupa hoy el cargo de adjunto al director del rotativo de Washington.
Sobre las elecciones que se avecinan, Woodward no se ha atrevido a dar pronósticos. Sin embargo, recientemente ha comentado que, gane quien gane, el futuro presidente "deberá convivir con un mundo en el que habrá que tomar soluciones pragmáticas".
El periodista explica que "el pragmatismo dominará los próximos dos años la política de EEUU; el tema de Irak es muy complejo y la economía, incierta. Los déficits son gigantescos y la gente que sabe mucho sobre economía e inversión y dinero está profundamente preocupada por esos déficits. Así que, gane Bush o Kerry, el presidente deberá llegar y decir: '¿Cómo puedo lidiar con todos estos asuntos de una forma práctica y de una forma menos ideológica?'"
Marcela Sánchez es columnista del Post. No está de acuerdo con la afirmación de que Woodward tenga impacto político. "Tiene influencia informativa, eso sí, debido a su especial acceso a las mejores fuentes de información", declara la periodista a este diario. Según Sánchez, cuyas columnas están en www.thewashingtonpost.com, "el prestigio de Woodward pasa de Administración en Administración, lo que demuestra su habilidad y el nivel de su trabajo".
Sánchez destaca que "en su último libro Plan de Ataque fue el propio Bush quien dio el permiso para que el periodista tuviera el acceso abierto a todas las fuentes, incluso a él mismo, y este hecho tiene un gran valor porque es la primera vez que ocurre con un presidente en ejercicio".


Noticia publicada en la página 020 de la edición de Viernes, 29 de octubre de 2004 de El Periódico .