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De La Huella No. 1
Julio de 2001
Picando papeles

Por Manuel Salazar Salvo

A mediados de 1976, el coronel Manuel Contreras había realizado algunos ajustes en la estructura de la DINA. La Subdirección de Operaciones se convirtió en Dirección de Operaciones, a cargo del recién ascendido Pedro Espinoza Bravo, quien retornaba de la agregaduría militar en Brasil a un cargo clave en los mandos de la policía secreta del régimen militar El mayor Rolf Wenderoth quedó al frente de la Subdirección de Inteligencia Interior.
En esa instancia los analistas de C1 se preocupaban de los movimientos subversivos; los de C2 recababan información sobre el PDC y el MIR; C3 se encargaba del área sindical; C4 de los gremios; y, C5 de las empresas.
La Subdirección de Inteligencia Exterior estaba a cargo del comandante Arturo Ureta.
En el primer semestre de ese año, había surgido el llamado Comando Conjunto, que impulsado desde la FACh y dirigido operativamente por Roberto Fuentes Morrison, el “Wally”, recorría las comunas buscando a los dirigentes clandestinos del Partido Comunista.
Los roces con las brigadas de la DINA fueron creciendo hasta que en una tensa reunión realizada en el cerro San Cristóbal en una noche de junio, se limaron las asperezas y se dividieron las tareas.
No hubo mayores sobresaltos, hasta fines de septiembre, luego de conocerse el atentado explosivo que acabó con la vida de Orlando Letelier y su secretaria Ronnie Moffit, en las calles de Washington.
Las investigaciones del FBI apuntaron muy pronto hacia los aparatos represivos del régimen de Pinochet.
A mediados de 1977, las presiones internas y externas para terminar con la DINA obligaron a Pinochet a maquillar su servicio de seguridad..
No obstante, el 13 de agosto de 1977, al conocerse que la DINA se transformaría en la Central Nacional de Informaciones, no hubo mayor inquietud en los cuarteles secretos.
Contreras seguiría a la cabeza del organismo.
El día del cambio los oficiales mantuvieron desde temprano una serie de reuniones en la sede central de Belgrado 11, a pocos metros de la Plaza Italia, calle que hoy se llama José Carrasco Tapia.
En la tarde los funcionarios de menor rango fueron congregados en el Casino de Suboficiales del Ejército. Allí, el subdirector del servicio, el coronel Gerónimo Pantoja, les dice que debido a una nueva arremetida del marxismo internacional, la institución enfrentaba injustamente una situación de cuestionamiento.
Aseguró que la DINA no era responsable del asesinado de Orlando Letelier y que el crimen tenía un evidente carácter pasional, agregando que colocar al general Contreras al frente de la CNI era un respaldo inapreciable del Presidente Augusto Pinochet.
Todo seguiría igual.
Sólo cambiaría el logotipo y el pie de firma en los documentos.
Sin embargo, desde los altos mandos de las Fuerzas Armadas, y desde los civiles que acompañaban su gobierno, arreciaban sobre Pinochet las acusaciones en contra de Manuel Contreras..
El 3 de noviembre llegó una circular a todas las dependencias de la CNI.
En ella Contreras comunicaba su paso a retiro y anunciaba que su reemplazante sería el general (R) Odlanier Mena.
La conmoción fue enorme, sobre todo en los más antiguos.
Ellos sabían de las viejas rencillas entre los dos generales. Discrepancias que obedecían a formas diferentes de entender el trabajo de inteligencia y, esencialmente, sobre los métodos.
Tras el golpe militar de 1973, los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, sin perder sus identidades, operaron sin mayores problemas bajo el mando unificado de Contreras.
En 1975, al institucionalizarse la Escuela de Inteligencia del Ejército, instalándose en el fondo “Los Morros” de Nos, se abrió paso el rencor y la desconfianza.
A Contreras no le gustó que se impartiera otra doctrina de inteligencia, distinta a la dictada en la Escuela Nacional de Inteligencia, ENI, que él había creado en el fundo “La Rinconada” de Maipú.
Menos le agradó que la iniciativa surgiera del director de Inteligencia del Ejército, el general Mena.
En varias oportunidades, Mena se había quejado ante Pinochet de las excesivas atribuciones del jefe de la DINA y de que no asistiera a las reuniones de coordinación de la Comunidad de Inteligencia, entidad no oficial que funcionaba en el edificio situado en Alameda con Presidente Ríos. Las disputas entre los alumnos de ambas escuelas de inteligencia eran feroces.
En una oportunidad, en mayo de 1975, el entonces mayor José Zara Holger, que prestaba servicios en la DINA, encañonó con su revólver cargado y amartillado a un capitán que estaba realizando elo curso básico de inteligencia en Nos, al tiempo que le exigía repetir que tal curso era “una mierda”.
Contreras no había descansado hasta conseguir que en la Junta Calificadora de Oficiales de 1976, los generales, presionados por Pinochet, decidieran llamar a retiro a Mena.
Pero el mundo da muchas vueltas. Y ahora Mena se levantaba desde las cenizas para tomar el control de las labores de inteligencia..
De lo que ocurrió entre la partida de Contreras y la llegada de Mena, no es mucho lo que se sabe.
Luz Arce, una mirista que se transformó en colabora de la DINA y que luego se mantuvo en la CNI hasta que consiguió recuperar su independencia e incluso entregó su testimonio ante la Comisión Rettig, recuerda en su libro “El Infierno” que Rolf Wenderoth tuvo una reunión con Contreras: “Al volver, Rolf me pidió que sacara toda la documentación referida a una informante que manejaba él y cuyo contacto lo había recibido de Pedro Espinoza. Era una señora conocida o amiga de él que trabajaba en un instituto para el desarrollo, Desal, que estaba ubicado en la calle Carmen Silva…”.
Y añade:
“Rolf se quedó en su oficina reunido con los jefes de las secciones de Inteligencia Interior. Yo fui con Ketty a las trituradoras grandes y me encontré allí con María Alicia y otros funcionarios que prácticamente hacían cola para poder destruir grandes legajos de documentos”.
Luz Arce relata que esa noche, en la despedida de Contreras, al preguntarle por qué se quedaba el coronel Pantoja, el jefe de la DINA respondió:
“Yo soy el dueño del fundo. El coronel se queda porque yo se lo ordené”.
En los días siguientes, decenas de miembros de lo que había sido la DINA debieron abandonar sus puestos.
Los removidos estaban en una lista que se distribuyó en todos los accesos y puestos de guardia de la CNI. La orden era perentoria: los incluidos no podían ingresar a ninguna oficina ni cuartel de la institución.
A la jefatura de Inteligencia Interior llegó primero el coronel Juan Jara Cornejo, que luego ocupó la Dirección de Operaciones, dejando su puesto al coronel ( R ) Daniel Concha.
Una tarde apareció Concha acompañado de Andrés Terrisse Castro, ingeniero electrónico dedicado a la computación y asesor del mayor Italo Seccatore Gómez, en L5, la Unidad de Computación de la CNI.
Estaban haciendo una encuesta sobre los métodos de trabajo de la DINA.
Mena había transformado a L5 en un centro de apoyo a la dirección y trasladado al primer piso de un edificio ubicado en Vicuña Mackenna 69.
Terrisse diseña un sistema que permite archivar, procesar la información y centralizar el trabajo de las brigadas.
Como unidad piloto se eligió a “Caupolicán”, brigada a cargo de los partidos de izquierda, al mando del capitán Manuel José Provis Carrasco, y recién instalada en el Cuartel Borgoño.
Luz Arce cuenta en su libro:
“Tuve acceso a parte del trabajo de Andrés Terrisse. Además del desarrollo y del sistema que comenzó a probarse en Caupolicán, existía otro denominado “LIDES”, nemotécnico con el cual hacían referencia al “Listado de Desaparecidos”.
“También se comenzó a ingresar la información del archivo de microfichas de la subdirección de la CNI. Es un trabajo que realizó el personal de digitadores de L5.
En una oportunidad le dije a Andrés Terrisse que la información de los detenidos de la DINA la había manejado el suboficial Manuel Lucero Lobos. Dijo no saber nada al respecto”.
Pero mientras Odlanier Mena reacomodaba las piezas del engranaje de la CNI, el MIR se reagrupaba en Santiago y empuñaba las armas para entrar nuevamente en combate.