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(Dr. Róbinson Rojas, 1ro. de mayo, 2003)
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De La Nación                          Domingo 2 de abril de 2006
- “Nos legaron la desigualdad”
- La herencia

LOS CHICAGO BOYS CELEBRARON CUMPLEAÑOS ESTA SEMANA
Medio siglo de Neoliberalismo

Desde los tiempos de Alessandri, 1958-1964, que la derecha no accede al poder político en una elección democrática, pero en 17 de años de dictadura se encargó de echar las bases del modelo neoliberal que ha tenido su expresión más pura en Chile. Acá, una mirada a su historia y sus resultados.

Por Sebastián Espinace

EQUIPO DE INVESTIGACIÓN

“-¿A usted no le parece atemorizador que los cinco mayores grupos económicos controlen casi las dos terceras partes del patrimonio total de las 250 mayores empresas privadas del país?

- No sé si ese dato corresponde o no a la realidad; le doy de barato que así sea. Eso no es nada comparado con el poder empresarial que todavía tiene el Estado. En Chile el Estado sigue siendo, lejos, el mayor empresario. ¿Quién lo supera? ¡Nadie! Ningún grupo posee ni la mitad de lo que tiene CODELCO; y si a eso le suma CAP, ENAP, Chilectra, Endesa, Ferrocarriles, verá que es una monstruosidad. Es un gigantismo absoluto todavía.”

Así respondió Pablo Baraona, uno de los padres del modelo neoliberal chileno, en una entrevista publicada en “El Mercurio” en 1981. Hoy el modelo ha cambiado, y no precisamente porque haya disminuido la concentración de la propiedad, sino porque “monstruosidad” y “gigantismo absoluto” ya no son términos aplicables al Estado. Ahora, el absolutismo hay que buscarlo en otro lado.

A mitad de semana, los responsables del modelo económico chileno y artífices de las dos oleadas de privatizaciones de la segunda mitad de la década de los setenta y de los ochenta celebraron 50 años del desembarco de esta ideología en Chile. Este grupo de economistas, conocidos hasta ahora como los Chicago Boys y rebautizados por Ricardo Ffrench-Davis como los “Chicagones”, se originaron en un acuerdo suscrito en 1956 entre la Universidad Católica y la de Chicago, que consistía en becas para cursar master y doctorados para los egresados de economía más sobresalientes de la Pontificia.

Entre quienes realizaron sus cursos de postgrado en esa época destacan Sergio de Castro, Ernesto Fontaine, Pablo Baraona y Ricardo Ffrench-Davis, este último uno de los grandes críticos a las enseñanzas de Milton Friedman y otros Nobeles de esa escuela económica. Si bien las becas se terminaron en 1961, la influencia de los Chicago Boys no dejó de caer con estrépito en Chile. En los años venideros más estudiantes emigraron al hemisferio norte para continuar sus estudios en esta entidad. Cuando sobrevino el golpe de Estado, cerca de medio centenar de economistas ya habían pasado por sus aulas, donde el nivel de adoctrinamiento era insospechado y, según Ffrench-Davis, sólo podía asemejarse al que recibían en esos años otros colegas en la Universidad de Patricio Lubumba, en la Unión Soviética.

La penetración neoliberal en Chile fue de tal magnitud que algunos adoptaron el dogma sin haber pisado nunca las aulas de Chicago, como los ex ministros de Pinochet y ex candidatos presidenciales, Hernán Büchi y José Piñera Echeñique.

El nuevo modelo económico que se aplicaría en nuestro país a partir de 1975 comenzó a gestarse a fines de los sesenta en el Centro de Estudios Socioeconómicos (Cesec), con la finalidad inicial de ser aplicado en el Gobierno de Jorge Alessandri si éste resultaba electo. Al ganar Allende, los Chicago Boys se vieron obligados a postergar sus ansias de materializar la teoría económica que los había impregnado.

Después de un largo trabajo subterráneo durante la Unidad Popular, aglutinados en el departamento de estudios de la Sofofa, donde afinaron los detalles de un programa económico que rompería totalmente con el modelo existente, por fin pudieron actuar. La oportunidad se las proporcionó la dictadura.

De hecho, cuando Pinochet ordenó bombardear La Moneda, “El Ladrillo” –que es el nombre con que se dio a conocer el manual de este peculiar equipo económico- ya estaba escrito y en manos de quien tomaría las riendas de la economía nacional, el entonces comandante en jefe de la Armada José Toribio Merino, quien una vez precisó a la prensa que aprendió de esta disciplina en la Enciclopedia Británica, por eso era el más indicado para dirigir esa área. Sin duda lo dijo en uno de sus memorables martes.

DESDE LAS CATACUMBAS AL PODER

Así, cuando el humo aún salía del palacio de Toesca, los Chicago ya estaban asaltando el poder, pero por etapas. Primero realizanron asesorías en algunos ministerios y en instituciones que serían clave en el proceso, como la Corfo y Odeplan. Luego, a partir de mediados de 1975, en medio de la crisis económica, se instalaron definitivamente en el poder con el ingreso de Sergio de Castro al Ministerio de Economía y de Jorge Cauas al de Hacienda, con poderes de superministro con sucursal en todo el gabinete. Cerraba el trío perfecto Pablo Baraona, quien se hizo cargo del Banco Central. Con ellos llegaron al Gobierno otros hasta entonces desconocidos que no tardaron en dejar sus huellas en la historia económica nacional, como Hernán Büchi, Jorge Díaz, Felipe Lamarca y Nicolás Irarrázabal.

Es por estos años también cuando los gremialistas y los Chicago Boys comienzan un idilio que dura hasta el día de hoy, que tuvo su máxima expresión, entre otras particularidades, en el traspaso de las empresas del Estado a manos privadas. De esta manera se creó toda una camada de nuevos ricos entre los funcionarios estatales más eficientes de la época, y que aún perdura en el mercado los grandes empresarios. Según el libro “El saqueo de los grupos económicos del Estado chileno”, de la periodista María Olivia Monckeberg, entre 1985 y 1989, el Estado de Chile se deshizo de 30 empresas, lo que significó una pérdida que se estimó en más de mil millones de dólares. Pero la cronista se quedó corta. El informe de la comisión especial de la Cámara de Diputados del 2004 recalculó el daño fiscal en 2.209 millones de dólares, considerando la enajenación de 32 empresas sólo entre 1985 y 1987.

Entre otros antecedentes, el informe parlamentario consideró la información proporcionada por la Contraloría General de la República, organismo que constató que “gran parte de las empresas enajenadas fueron vendidas a un precio de venta inferior a su valor libro”, estimando la merma de un mínimo 27% a un máximo de 69% del capital comprometido en cada empresa. Se trató, simplemente, de una liquidación.

Pero también fue época de grandes transformaciones: surgió el nuevo sistema de pensiones, hoy en pleno proceso de reforma por su ineficiencia, y se dio un gran impulso a la salud privada al reemplazar la solidaridad del sistema estatal por el individualismo de las isapre. De la teoría de los Chicago Boys surgió también la privatización de la educación, con la nueva Ley General de Universidades que terminó con los aranceles diferenciados trocándolo por el crédito fiscal en las universidades públicas y la aparición de cuanta universidad privada quisiera fundarse en Chile.

Fue la época de la municipalización de las escuelas y liceos fiscales, la subvención estatal a particulares que abrieran colegios que hoy se cierran dejando a centenares de niños presionando el jibarizado sistema público. Se desarrollaron grandes colegios que cobran millonarias cuotas de incorporación y mensualidades de más de US$ 500 por alumno para aquellos que quieren educación de calidad y pueden pagarla.

OLDS CHICAGO

Hernán Büchi y José Piñera, los administradores del modelo en los ’80.

En otras palabras, se destruyó todo lo que en cincuenta años -desde los gobiernos del Frente Popular de fines de los años treinta- se había construido. El Estado fue desmantelado. Con él se terminó con la educación, la salud y la previsión.

Todo esto, convenciendo a los chilenos y a medio mundo de que los avances económicos de la dictadura no sólo justificaban los atropellos de los DDHH sino que eran un “milagro”. En circunstancias que durante los 17 años de gobierno militar la economía chilena creció sólo a un ritmo promedio de 2,4 por ciento anual, mientras que en las dos décadas precedentes, las de la posguerra, la cifra fue de 4,3 por ciento. El “milagro económico” chileno, la contrarreforma neoliberal, significó un retroceo para el país, para la gran mayoría, un desastre.

Los hombres decisivos en el cambio de la política económica del país han envejecido. Han pasado muchos años desde que dejaron las aulas de Friedman y Harberger; las reuniones en la Sofofa para tratar de armar “el modelo”; de las reformas y decretos impulsados en el Gobierno militar; de las gerencias, presidencia y directorios de las empresas públicas. Ya no son imberbes profesionales, hoy son prósperos hombres de negocios que disfrutan del modelo que forjaron durante años. En otros casos, siguen propagando el modelo a través de la docencia tanto en universidades tradicionales como en las privadas que sobrevivieron y se fortalecieron con el paso de los años.

Uno de ellos es Sergio de Castro, ministro de Economía (1975-76) y ministro de Hacienda (1976-1982), quien jugó un rol fundamental en la primera oleada de privatizaciones. Al alejarse del mundo público ingresó de lleno a la empresa privada, participando activamente incluso en aquellas que habían sido privatizadas por el equipo económico que él ayudo a formar, como es el caso de la Sociedad Química Chilena (Soquimich) de la cual fue director. Actualmente aparece vinculado además a 29 sociedades cuyos ejes de acción están inmersos en áreas tan diversas como la minería, agricultura, proyectos inmobiliarios y sociedades de inversión. Dentro de su abultado currículo se encuentra también el haber sido socio en Copesa y AFP Provida de Álvaro Saieh, uno de los primeros doctorados en Chicago.

Pablo Baraona, otro de los “históricos” y más influyentes personajes del Chile de libre mercado, fue ministro de Economía (1976-1978 y 1988-1989) y de Minería (1989). Amigo entrañable de De Castro desde la década de los sesenta, participó también en la elaboración de “El Ladrillo”. Con el retorno a la democracia, Baraona se interesó más en la política y en la educación, que en los negocios. Actualmente forma parte del Consejo Directivo de la Universidad Finis Térrea junto a otros Chicago Boys de cuna, como Álvaro Bardón y el mismo De Castro, o de adopción, como Felipe Lamarca.

Otros allegados al neoliberalismo que no pasaron por Chicago, como Jorge Cauas, Hernán Büchi y José Piñera, no sólo adoptaron como suyas las políticas económicas elaboradas en el Cesec y la Sofofa, sino que en algunos casos las llevaron a la práctica con más fuerza y rudeza que cualquiera de los auténticos.

Cauas, por ejemplo, ministro de Hacienda (1974-1976), que hizo su postgrado en la Universidad de Columbia, fue quien aplicó en 1975 el Programa de Recuperación Económica, más conocido como “tratamiento de shock”, el primer paso en la liberalización de la economía. Al salir del ministerio, en 1976, se hizo cargo del Banco de Santiago, en ese entonces de propiedad del grupo Cruzat-Larraín. Cauas siguió ligado a Manuel Cruzat hasta 1997 en Isapre Cruz Blanca y actualmente es director del BCI y participa en otros directorios vinculados a esta misma entidad financiera.

Hernán Büchi Buc, ministro de Hacienda (1985-1989) y candidato a la presidencia (1989), es ingeniero civil egresado de la laica Universidad de Chile. El entonces caminante de corte príncipe valiente comenzó su participación en el Gobierno militar como asesor del Ministerio de Economía. De ahí en adelante lideró junto a José Piñera reformas como la creación de las isapre y la reforma previsional. Hoy los dos corren distinta suerte. Mientras el primero se ha dedicado a deambular en diversos directorios de prestigiosas empresas, Piñera ha acumulado miles y miles de millas viajando alrededor del mundo “vendiendo” puerta a puerta su proyecto previsional, principalmente en Sudamérica, donde no tardaron en instalarse sucursales de las primeras AFP chilenas. Últimamente también ha incursionado en los Estados Unidos, donde ha establecido contactos con la Casa Blanca.

Büchi llegó al equipo económico de la dictadura de la mano de Sergio de Castro e hizo una meteórica carrera pública en la que fue subsecretario de Economía, de Salud, ministro Director de Odeplan y superintendente de Bancos e Instituciones Financieras, antes de ser titular de Hacienda. En este cargo, elaboró el plan que concretó la segunda y mayor oleada de privatizaciones de empresas públicas de la historia.

Una vez culminados sus servicios técnicos, la derecha lo levantó como su candidato a la presidencia en 1989 y, tras la derrota en las urnas, entró de lleno a la empresa privada. Desde entonces ha participado en empresas asociadas a los grupos de mayor poder económico del país, los mismos beneficiados con su plan privatizador. Así, a partir de los noventa ha ocupado silla en los directorios de Lucchetti, Falabella, Madeco y Copesa. Además de ser socio de Joaquín Lavín en la Universidad del Desarrollo y poseer participación en al menos 12 sociedades ligadas al sector forestal, inmobiliario y de inversiones.

Entre las empresas emblemáticas que el ex ministro “traspasó” a manos de privados están Lan Chile, hoy de Sebastián Piñera; Entel, vinculada al grupo de Juan Hurtado Vicuña, un exitoso empresario que participó en los directorios de Endesa, Chilectra y Chilmetro cuando éstas eran empresas públicas, donde además el hermano de Hernán, Richard Büchi, hoy es gerente general; y CTC, que pertenece a la transnacional Telefónica Internacional.

Si bien la Concertación ha manejado políticamente el país desde el retorno a la democracia, los Chicago Boys y el gremialismo se pueden jactar de lo perdurable y rentable que resultó para ellos el sistema económico que implementaron. El pequeño círculo de empresarios surgido bajo la sombra del nuevo modelo no ha hecho más que acrecentar la concentración de la propiedad de las ex empresas estatales, en vez de constituir una vía de equilibrio al poder del Estado, como planteaba Pablo Baraona en la citada entrevista a “El Mercurio” a la que se alude al comienzo de este reportaje. LND